lunes, 25 de noviembre de 2013

Rojo: Jam de hermenéutica

por Timo Viejo


Sin embargo el beso nuestro
siempre tan sobre la flama incandescente
que danzaba en el torbellino sobre su rojo original

Rojo

El joven poeta Martín Rangel (1994), presentó el día sábado su primer poemario titulado Rojo. He de confesar, como muchos lectores, que el atreverse a escribir desde una corta edad es casi tomado como una afrenta ante los poetas o escritores ya consolidados, si es que el producto que se expone no es maduro o no tiene la calidad literaria necesaria para sobresalir. Sin embargo al leer a Martín Rangel ha sido para muchos de nosotros una grata sorpresa. Quizá siempre estemos pensando por el autor y le atribuyamos los versos de Guillermo Vega Zaragoza en su poema Vaivén “mira si seré pendejo o despistado/que creo que es poseía cualquier cosa que escribo”, pero éste caso es distinto. Los poemas de Martín Rangel muestran madurez; como lo expone Dalí Corona: “los poemas de Rangel retan al lector a hurgar en la soledad de su cuerpo y que nosotros atravesemos ese umbral del desamparo, para así poder ver con los ojos del poeta”. En éste caso he ido más lejos al querer ver con los ojos del poeta y así descubrir lo que se refleja en sus poemas. Martín Rangel surge de una época de completa mezcla; ha leído a los exponentes clásicos, contemporáneos y posmodernos de la poesía. Así como su formación humana educada por generaciones que venían de una liberación del hermetismo ideológico, hacia la búsqueda de una libertad. Su formación en la infancia podría denotar el actuar de él y varios de su generación bajo el título de: Sólo hazlo.

                Él es parte de la llamada generación Y, la cual tiene por cualidad ser autodidacta, independiente y sin, muchas, restricciones. La poesía de Rangel, refleja la soledad y pérdida de los sentimientos de humanidad que ha traído consigo la supuesta liberación. En su poema “sinfonía de bucles” hace referencia a la obsolescencia humana vista como un producto, él escribe: el tiempo importa poco/ el cuerpo es cosa de usar y tirar. La soledad y la destrucción que ha traído la supuesta conectividad y compañía entre humanos queda al descubierto en su poema “para sentirse solitario” que incluye los versos: hace falta –primero- sentirse solitario/para mirar sobran los ojos/ y sobran los pensamientos. La sociedad actual nunca se siente sola, aunque de las más solitarias en toda la historia. Martín detesta lo establecido y la inmediatez al reflejar el sacrificio humano, casi inexistente en nuestra actualidad, en el cual el amor ágape o al prójimo supera por mucho al eros (imperante ahora) en su poema “de pronto me parece que todo ha de hundirse” mostrando el sacrificio humano en los siguientes versos: ahora mismo pienso/que si el amor tiene de sí/un rostro áspero/un camino espinoso/ese es el mismo que recorro/para que no lo andes tú.

             Este poeta también sabe de la condición humana, que nace un día y sin más muere; sin buscar más que en la desdicha se regodea en su misma destrucción, como lo demuestra en su poema Aprés Gulliame, que no es más que el reflejo de la vileza del hombre, de saberse nada ante el universo. Quizá haga referencia a pasajes bíblicos, dónde el hombre a pesar de esto, es dichoso de ser recordado o de simplemente ser, como lo muestran las siguientes líneas: ¿qué hay de aquellos/ que miraron el rostro de dios/y no pudieron sino callar/ y morir luego? Martín es un poeta que habla de la decadencia y pasividad de nuestra era, sin embargo el crea a partir de la destrucción de lo ya establecido. Su poesía es un reflejo de la sociedad actual y cuando el arte realiza ésta función es una de las formas más loables de revolución. Porque el arte es revolución y es lo único que tiene la capacidad de calar hasta nuestro interior y hacernos crear a partir de lo que creemos se ha perdido.

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